Igualdad de género, tecnología y derecho

¿Necesitamos innovar?

Si, claramente sí. La innovación es esencial para mantener y mejorar el bienestar social y el crecimiento económico y es, en nuestros días, uno de los factores impulsores de un cambio que puede permitir que alcancemos una sociedad mejor y un crecimiento sostenible.
La situación de pandemia mundial vivida marcará un antes y un después en nuestras vidas. Ya no es posible imaginar una sociedad sin que el efecto Covid-19 lo haya llenado todo. Y hemos visto cómo la ciencia, la tecnología y la innovación han tratado de paliar el daño que esta enfermedad causa en el mundo, no sólo de salud sino daños económicos, sociales, laborales, etc. y cómo también se han alterado profundamente las estructuras sociales y económicas a nivel global. Porque, aparte del drama sanitario, la pandemia de la Covid-19 ha sido y será una enorme fábrica de exclusión económica y social. Han aumentado las brechas educativas, digitales, de salud, entre otras. Y, por el contrario, en uno de los sectores donde más ha impactado de manera positiva es en el sector tecnológico . Según los datos, la pandemia ha adelantado 7 años la implantación de los servicios digitales de las empresas. El fuerte impulso del comercio electrónico ha sido otra consecuencia relevante de la crisis sanitaria, que ha crecido un 50% (en algunos sectores como el de la moda hasta el 70%). También el teletrabajo ha pasado de un anecdótico 5% al 34% y ha dado lugar a la primera ley de Teletrabajo en España (Ley 10/2021, de 9 de julio, de trabajo a distancia), aunque según reconoce en su Exposición de Motivos III el teletrabajo “también presenta posibles inconvenientes: protección de datos, brechas de seguridad, tecnoestrés, horario continuo, fatiga informática, conectividad digital permanente, mayor aislamiento laboral, pérdida de la identidad corporativa, deficiencias en el intercambio de información entre las personas que trabajan presencialmente y aquellas que lo hacen de manera exclusiva a distancia, dificultades asociadas a la falta de servicios básicos en el territorio, como la conectividad digital”, entre otros. Los trámites online con la Administración se multiplicaron en un 500% y los certificados digitales se multiplicaron por diez.

Sin embargo, la innovación no es algo exclusivo de este momento post pandemia. Es una acción continua a lo largo del tiempo y abarca diferentes campos del desarrollo humano. La innovación se acostumbra a asociar con la idea de progreso y búsqueda de nuevos métodos. Cuando hablamos de innovación nos vienen a la mente otros conceptos como competitividad, crecimiento empresarial, conocimiento, pero también gestión, optimización, eficiencia, cambio.
La innovación ha de estar siempre ligada a la sostenibilidad porque cuando hablamos de innovación también pensamos en innovar para mejorar la calidad de vida de las personas y reducir las desigualdades y erradicar problemas mundiales como la pobreza, el hambre, el acceso a una educación, sanidad, etc. No sólo hay que diseñar grandes innovaciones, a veces, las más pequeñas vienen a impactar de un modo extraordinario en gran cantidad de personas aunque tengan menos visibilidad social .

Pero, a la vez, la innovación y, sobre todo, la innovación tecnológica comporta riesgos y amenazas potenciales para la ciudadanía y para sus derechos. Ninguna innovación es posible sin tener en cuenta derechos fundamentales.
Ya no es suficiente con “inventar” un servicio o producto nuevo para innovar, sino que lo que verdaderamente genera valor en esa innovación es que seamos capaces de introducirla adecuadamente en nuestra sociedad (mercado) y que ésta la acepte (legalmente, socialmente, moralmente, etc.). Para que un proyecto o producto se implemente con éxito no es importante sólo la tecnología; la adaptación a las normas, a los valores y a la cultura de esa sociedad son imprescindibles. La innovación no es un fin en sí misma, es el camino para conseguir una sociedad más sostenible y respetuosa con los derechos y libertades de los ciudadanos.

La innovación también debe ser extensible al sector público, de hecho, es imprescindible como la forma de crear valor para los ciudadanos y de aumentar la eficiencia y calidad de los servicios públicos. El sector público puede ser un gran catalizador de procesos, cambios e innovación en el ámbito privado.